en la iglesia primitiva) y a la fuerza bruta (Abel, la primera víctima en el Antiguo Testamento y Esteban, el primer mártir del Nuevo Testamento). Con estas armas, Satanás trata de obstaculizar el poder del evangelio y se opone a Dios, la iglesia y los creyentes. Juan Calvino observó que el creyente «debe aprender a percibir el evangelio como un fuego que enciende la ira de Satanás y, por ende, cada vez que éste observa una oportunidad donde el evangelio avanza, se arma a sí mismo para combatirlo».
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